jueves, 20 de julio de 2017

¿Emergencias Mayores o Incapacidad para Responder?

“El tamaño de la emergencia es inversamente proporcional a la capacidad de respuesta”


Tengo la impresión de que la forma en que visualizamos las emergencias es errónea; basamos nuestra visión de ellas en la magnitud de la amenaza o el tamaño de los efectos adversos producidos, lo cual no necesariamente está mal, pero enfoca el problema por el lado negativo.


Este enfoque erróneo nos lleva a calificarlas de acuerdo con el tamaño que suponemos tiene y por tanto a denominarlas algunas emergencias como “mayores”, inclusive atendiendo la cantidad de recursos que se tienen que asignar tácticamente a terreno para poder ofrecer una respuesta a la emergencia, lo cual no necesariamente es cierto si consideramos que “más no siempre es mejor”.

Al igual que en el Derecho la defensa legítima debe tener como uno de sus elementos jurídicos “qué la repulsa sea proporcional a la agresión” en las emergencias la respuesta a ofrecer debe ser “proporcional a la amenaza o al tamaño de sus efectos adversos”, no se necesita más recurso táctico que el estrictamente necesario; ni menos, ni más, solamente lo justo; para ello existen mecanismos de coordinación de respuesta interinstitucional como el Sistema de Comando de Incidentes, el cual en su desarrollo admite la colaboración social, como se ha demostrado.

Una visión más prospectiva[1] nos permitiría entender que el tamaño de una emergencia es inversamente proporcional a nuestra capacidad de responder a ella; en efecto, lo que le da magnitud a una emergencia es nuestra capacidad de respuesta.

De acuerdo con lo anterior podemos tener una emergencia provocada por la amenaza o impacto de un agente perturbador de una magnitud poco elevada que, sin contar con capacidad de respuesta suficiente para controlarla, necesariamente se convertirá en lo que erróneamente consideramos actualmente como una “emergencia mayor”. Ocurre lo contrario si tenemos una gran capacidad de respuesta y preparación, así el fenómeno más peligroso o potente, así como sus efectos perniciosos, los podemos reducir, mitigar o controlar, evitando llegar a la mal llamada “emergencia mayor”.

De acuerdo con lo anterior debemos pensar que la incapacidad de respuesta es una forma de vulnerabilidad (en este caso institucional si se trata del estado o social si se trata de la población); consecuentemente podemos reducir el riesgo de desastre si reducimos uno de los elementos del riesgo, la vulnerabilidad; y la podemos reducir si estamos verdaderamente preparados y entrenados.

El fenómeno es un factor necesario para el desastre, pero no es el factor determinante. El factor determinante para que un fenómeno produzca un desastre, es nuestra vulnerabilidad y esta podría estar representada por nuestra incapacidad para responder a una amenaza.

Insisto, la incapacidad de responder a la amenaza o impacto de un agente perturbador es una forma de vulnerabilidad; si contamos con este tipo de vulnerabilidad, cualquier fenómeno podría causarnos grandes afectaciones si no somos capaces de responder a él, generándonos una mal denominada "emergencia mayor", que no es otra cosa que “una gran vulnerabilidad” representada por la incapacidad de ofrecer una respuesta proporcional a la contingencia.

En la “Teoría de las Elites[2]” se expresa una frase que sirve prácticamente para todo aquello que requiera un mínimo de organización, como podría ser la guerra, la política e inclusive la protección civil y la gestión del riesgo; en el caso específico de las emergencias aplica perfectamente:

“Una minoría organizada vence a una mayoría desorganizada sin objetivos comunes”


Si usamos esta analogía y la aplicamos a las emergencias, podemos ver que recursos proporcionalmente aplicados, debidamente organizados, entrenados, preparados y destinados a una asignación táctica en terreno para oponer una respuesta a la amenaza de un agente destructivo o a los efectos adversos que éste haya provocado en un ente social, serán mucho más efectivos que una muchedumbre de respondientes desorganizados y sin objetivos comunes.


Para ejemplificar lo antes explicado, me permitiré hacer uso de un ejemplo reciente:

En días pasados se presentó una emergencia que tomó características de metaemergencia, al convertirse en un evento que implicó un gran desgaste mediático y político, para el actual Secretario de Comunicaciones y Transportes del ejecutivo Federal, el cual entre acusaciones de corrupción trata -hasta la fecha- de solucionar el asunto.





Dicho evento se presentó en una obra construida y recientemente inaugurada por el Gobierno Federal, denominada “Paso Express” que a manera de “libramiento” permitía viajar de la Ciudad de México a el Puerto de Acapulco, sin cruzar la ciudad de Cuernavaca en el estado de Morelos; en dicha obra se exteriorizaron una serie de “vicios ocultos” que provocaron que se presentara un “socavón” en la cinta asfáltica. En dicha falla cayó un automóvil con dos personas a bordo.





El rescate de estas personas generó un incidente que nos permite observar situaciones de carácter técnico en el manejo de emergencias, que ejemplifica el tema que estamos tratando.


Para lo anterior, me permito traer a este blog una parte de un artículo reciente escrito por el Ingeniero Luis Eduardo Pérez Ortiz Cancino[3], el cual explica muy bien el tema que tratamos ahora; en la lectura de los párrafos, iré comentándolos para explicarlos mejor:



En medios se ha difundido una nota sobre una frase atribuida a un Técnico en Urgencias Médicas (TUM), quién fue parte de los primeros servicios de auxilio que llegaron al incidente ocurrido en el Paso Express en Morelos. Se dice que se negó a acceder al socavón para realizar el rescate. Como profesional en la materia, en primer lugar, sé que -nadie que no tenga el conocimiento, las habilidades y el equipo necesario, debe realizar un rescate tan complejo- eso porque no queremos que nadie pase de ser "héroe improvisado" a nueva víctima. 

Aquí el Ingeniero Pérez Ortiz nos comenta una de las reglas de cualquier maniobra de rescate; en efecto, en todos los casos la persona o el equipo que realice la maniobra debe observar la seguridad propia y la del personal a su cargo. El objetivo es no pasar de respondiente a víctima.

En segundo lugar, la respuesta que da el TUM (asumiendo que en verdad dijo lo que dicen que dijo) es inapropiada. Me explico, lo que se debe hacer es comenzar el proceso de Comando de Incidentes, establecer zona de seguridad, puesto de comando y zona de espera. Desde el principio se deben delinear los objetivos, estrategias y movilizar los recursos necesarios para las acciones del rescate. A las personas que son testigos se les debe explicar e incluso se les puede hacer partícipes de las primeras acciones, esto en tanto llega el equipo profesional necesario.

En este caso el Ingeniero Pérez Ortiz se refiere a una probable contestación equivocada por parte del TUM que inicialmente arriba a la escena como primer respondiente. 

Tal vez no se trate de una declaración equivocada, en mi opinión se trata de la contestación de alguien que no está preparado para responder a una emergencia de esta magnitud, se trata de alguien que sus recursos (conocimientos y materiales) no son suficientes para responder a la contingencia.

En efecto, si el TUM hubiera estado entrenado en la aplicación del Sistema de Comando de Incidentes, lo que debió hacer era:

  1. Informar a su base de su arribo a la escena. (No se sabe si lo hizo o no)
  2. Asumir el mando y establecer el Puesto de Comando. (Evidentemente no lo hizo, simple y sencillamente porque no sabía aplicar el SCI).
  3. Evaluar la situación. (Al parecer este paso lo efectuó medianamente, ya que lo único que si evaluó es que la maniobra era insegura y que él no contaba con los recursos para realizarla).
  4. Establecer su perímetro de seguridad (Esto definitivamente no lo hizo, tan es así que se encontraban periodistas en la zona Zero donde el peligro de un nuevo derrumbe estaba implícito, periodistas que lo interrogaban sobre su forma de actuar).
  5. Establecer sus objetivos. (Definitivamente no estableció ningún tipo de objetivos para su actuación, solamente se limitó a esperar a que arribaran caóticamente más recursos a la escena).
  6. Determinar las estrategias. (Obviamente si no conocía el SCI, mucho menos contaba con un pensamiento estratégico).
  7. Determinar la necesidad de recursos y posibles instalaciones. (Evidentemente al no instalar el Puesto de Comando y no pensar estratégicamente, no calculó la necesidad de recursos en la escena, se limitó a observar cómo estos se sumaban anárquicamente en la escena ¿Qué necesitaba atraer a la escena? Desde luego equipos USAR; de igual forma, no estaba en capacidad de poder determinar la necesidad de instalaciones).
  8. Preparar la información para transferir el mando. (Si no asumió el mando, menos podría haberlo transferido).

Sin embargo, las cosas no terminaron ahí, lentamente se observa cómo se fueron sumando instituciones públicas y privadas a la contingencia, sin mando, sin objetivos, sin organización, situación que llegó hasta la metaemergencia cuando arribó el Secretario de Comunicaciones y Transportes del Gobierno Federal y todos los recursos se dirigieron a responder a una crisis mediática y política en la que éste se hallaba ya inmerso.


Así del manejo técnico de una emergencia, pasamos a la metaemergencia (crisis de la emergencia), donde las acusaciones de corrupción, de ineptitud y negligencia se hacían valer en medios de comunicación y redes sociales, olvidándose de momento en que dos vidas se habían perdido 

Con lo anterior podemos observar como la vulnerabilidad consistente en la incapacidad de responder a un evento adverso de manera proporcional y coordinada, puede derivar en que situación crítica se multiplique exponencialmente. 

CONCLUSIONES:

  • No existen emergencias mayores; existen emergencias y capacidad o incapacidad para responder a ellas.
  • El tamaño de la emergencia es inversamente proporcional a la capacidad de respuesta. A menor capacidad de respuesta más grande el tamaño de la emergencia y viceversa.
  • La capacidad de respuesta a una amenaza o al impacto de un agente perturbador debe ser proporcional al peligro o a los efectos adversos de éste. La respuesta no debe ser inferior o superior a ésto.
  • La capacidad de responder a una amenaza o a sus efectos adversos es una forma de vulnerabilidad y ésta es uno de los componentes del riesgo.
  • Aumentar nuestra capacidad de respuesta a amenazas o al impacto de agentes destructivos significa reducir nuestra vulnerabilidad y consecuentemente reducir el riesgo de desastre.
  • La respuesta a emergencias requiere de la suma de esfuerzos de manera organizada con objetivos y metodología comunes.
  • Capacitar significa adquirir capacidad, si los cursos y entrenamientos que recibimos no están encaminados a que “seamos capaces de” entonces la metodología de aprendizaje está equivocada.





[1] La palabra prospectiva es un adjetivo que menciona aquello vinculado con el futuro. Como sustantivo, este término que tiene su origen en el latín prospicere se refiere a las investigaciones y exploraciones que se llevan a cabo con la intención de anticipar lo que está por venir en una cierta materia.
[2] La teoría de las elites de Pareto y Mosca
[3] Ingeniero Luis Eduardo Pérez Ortiz Cancino, ha sido Subdirector de Atención de Emergencias en la DGPC-SEGOB, Director en la SEDESOL y Director en el CENAPRED; actualmente Director de Protección Civil de la Delegación Iztapalapa de la CDMX.

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